Cómo afecta nuestra alimentación a nuestro cuerpo: ¿Somos lo que comemos?

¿Cuántas veces hemos pensado e incluso intentado probar con algún tipo de dieta sin éxito alguno? Y no solo por mejorar nuestro físico, sino también por conseguir un estilo de vida saludable que favorezca a nuestro organismo. Sin embargo, este cambio de hábito no es tarea fácil. Son muchas las dieta milagro que nos venden un cambio inexistente, haciéndonos creer que es sencillo y que funcionará, pero, nada más lejos de la realidad. Las dietas milagro no existen, y no solo no funcionan, sino que además pueden perjudicar nuestra salud.

Para llevar una vida sana no es necesario dejar de comer ciertos alimentos ni tampoco reducir en gran cantidad su consumo como nos hacen creer este tipo de dietas milagrosas. Nuestro cuerpo necesita nutrirse y prescindir de ciertos alimentos puede dañar nuestro metabolismo, generando consecuencias tanto a nivel físico, como puede ser el cansancio o la fatiga, como a nivel mental, generando cambios a nivel emocional. 

Según diferentes estudios, la mala alimentación influye negativamente sobre nuestro cuerpo. En primer lugar, el excesivo consumo de ciertos alimentos como son la bollería industrial, alimentos procesados, embutidos o fritos no solo nos aportan pocos nutrientes, sino que además contienen grasas que resultan difíciles de eliminar de nuestro cuerpo. En segundo lugar, el número de comidas que hacemos al día también puede afectarnos ya que muchas veces no repartimos bien todos los alimentos que ingerimos durante el día y mezclamos comidas copiosas con espacios en los que apenas aportamos energía a nuestro organismo. Así pues, tanto excedernos en comidas como saltarnos otras impide el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo, lo que dificulta nuestro rendimiento, tanto físico como mental. Según el doctor Juan Madrid, debemos hacer tres comidas principales y dos tentempiés para llevar una alimentación equilibrada que no altere nuestro organismo. Lo ideal sería no solo disminuir los excesos o espacios entre comidas sino también tener en cuenta la cantidad dependiendo de la hora en la que nos alimentemos pues, por la mañana, es cuando más energía necesitará nuestro cuerpo para poder funcionar correctamente durante nuestra jornada. Así que como en el dicho popular: «Desayuna como un Rey, come como un Príncipe y cena como un Mendigo»

Finalmente, otra de las situaciones que afecta a nuestra alimentación es la falta de tiempo. Los horarios de trabajo durante largas horas sentado repercuten en nuestra alimentación ya que nos hacen recurrir a opciones que no nos benefician, y no solo porque nos impiden realizar la cantidad de comidas necesaria en espacios de tiempo regulares sino porque nos conducen a elegir alimentos rápidos que cubran el poco tiempo que disponemos para ello. El consumo de alimentos procesados o lo que llamamos «comida basura» es una de nuestras preferencias cuando es el tiempo el que nos limita.

Por otra parte, aunque parezca difícil y cueste al principio, cambiar estos hábitos aporta enormes beneficios a nuestra salud, Y es que si nos organizamos podemos llegar a conseguir nuestra meta: llevar una alimentación saludable. No obstante, debemos ser conscientes de que para ello se requiere no solo fuerza de voluntad sino también constancia que nos haga crear ese hábito. Crearlo es quizás el paso más difícil ya que es el trámite de adaptación por el que pasa nuestro cuerpo, y de él depende que este se acostumbre a nuestra nueva forma de vida. Existen muchos testimonios de cómo el cambio de alimentación ha mejorado su calidad de vida. Y es que el aumento del consumo de alimentos frescos, como son la fruta y la verdura, nos aporta grandes beneficios, sobre todo a nivel mental ya que nos ayuda a relajar y estabilizar el organismo.

Proporcionemos a nuestro cuerpo aquello que necesita, no lo que nos pide. Pues al contrario que con nuestra alma, el cuerpo no es más que una máquina vestida de apariencia humana. Una máquina que requiere cierto combustible para su funcionamiento. Está en nosotros el poder conseguirlo ya que somos los que la conducimos. Como decía William Shakespeare: «Nuestros cuerpos son nuestros jardines. Nuestra voluntad son nuestros jardineros.”

por Nuria Vivancos