Aranzadi organiza una exposición y jornadas informativas sobre excavaciones en el túnel de San Adrián

El paso de Lizarrate, y en concreto la cavidad conocida como San Adrián o Sandrati, ha sido un lugar transitado y conocido desde tiempos inmemoriales. El espectacular entorno en el que se ubica, los restos de arruinadas estructuras y la documentación escrita sobre la calzada, el castillo o la presencia de salteadores de caminos, parecen elementos extraídos de la literatura fantástica. La presencia del ser humano en San Adrián se remonta a miles de años atrás…

Las excavaciones realizadas en los últimos años por la Sociedad de Ciencias Aranzadi han permitido conocer interesantes datos acerca de la historia de Gipuzkoa.

La exposición está organizada por la Sociedad de Ciencias Aranzadi con la colaboración del Museo San Telmo. Se podrá visitar en el espacio Laboratorio del museo entre el 23 de febrero y el 3 de abril, con entrada gratuita.

 

EXPOSICIÓN

La glaciación Würm es un largo periodo de clima frío que se inició hace unos 115.000 años y finalizó hace unos 10.500 años antes del presente. Progresivamente, la temperatura fue ascendiendo, retrocediendo las áreas de hielo permanente, elevándose y estabilizándose la línea de costa, lo que supuso importantes cambios en la flora y fauna.

En Euskal Herria se pasó de un paisaje frío, similar a latitudes árticas, con largos y duros inviernos, a un clima más cercano al actual. En este proceso de cambio climático, donde antes hubo escasa vegetación, proliferaron los bosques caducifolios.

Desde el punto de vista faunístico, desaparecen el reno y otros animales propios de climas fríos, en favor del ciervo, el corzo, el jabalí…

En este nuevo contexto la adaptación del ser humano resultó un éxito gracias a las innovaciones técnicas en el utillaje y la modificación de las estrategias de caza, pesca y depredación.

En San Adrián este proceso ha quedado cristalizado en unos estratos que la arqueología ha datado a finales del Magdaleniense y en el Aziliense (hace 13.800 años). Este momento coincide con los grandes cambios climáticos que supuso el final de la glaciación.

Los grupos humanos de cazadores-recolectores establecían sociedades que se dividían en bandas de pequeño tamaño de cara a garantizar su supervivencia y la movilidad por el territorio. Periódicamente estos grupos se reunían para realizar intercambios, alianzas matrimoniales, ceremonias rituales etc., que permitían la transmisión de innovaciones técnicas, evitaban problemas de consanguinidad y fortalecían la cohesión del grupo.

La base de su tecnología era la realización de herramientas y utillaje en piedra y hueso. En San Adrián se han recuperado numerosas herramientas realizadas en sílex que se utilizaban para cortar, aserrar, raspar… distintos materiales como pieles, carne, plantas o maderas.

El estudio de estas ocupaciones resulta importante, ya que se trata de poblaciones en un proceso de continua adaptación a las transformaciones que en ese momento se están dando a nivel climático y que muestran la capacidad del ser humano para sobrevivir a un cambio ecológico drástico.
En la Edad del Bronce, con un clima muy similar al actual, se hacen más habituales los asentamientos al aire libre. Hace miles de años que el ser humano ha desarrollado la domesticación animal y vegetal, llegando a producir excedentes y a comerciar con ellos. Ya no depende de los recursos que le ofrece directamente la naturaleza, sino que es capaz de producir sus propios alimentos. Por ello, se da un crecimiento demográfico y existe una mayor complejidad social surgiendo élites de poder que controlan el territorio y la producción de bienes.

Estos grupos de agricultores y ganaderos eran sedentarios, es decir, habitaban y controlaban poblados estables y ocupaciones logísticas donde extraían la materia prima. En el caso de San Adrián la ganadería y la explotación de recursos de montaña serían las actividades principales durante buena parte del año.

Se han encontrado evidencias de agricultura en el entorno próximo a la cueva: polen, semillas carbonizadas de trigo y hoces para la cosecha.

Los restos de fauna que han aparecido en las excavaciones pertenecen a mamíferos domésticos (vaca, oveja, cabra, cerdo y perro). El ganado vacuno constituye el principal componente de la ganadería mayor, y los restos de oveja y cabra son una prueba directa de la existencia de un componente pastoril en la economía pecuaria del asentamiento. Además, la presencia del perro como especie asociada al pastoreo confirma la importancia de la ganadería menor en el modelo económico dominante. El ganado porcino, aunque en menor proporción, completa el cuadro de subsistencia animal del grupo que ocupó el yacimiento.

La innovación más característica de este periodo es la aleación del bronce (cobre + estaño), frente al empleo del cobre en el periodo anterior. Este elemento se suma a otras producciones técnicas como la cerámica o la industria lítica tallada y pulimentada.
Desde la Edad del Bronce hasta la Edad Media, durante un lapso de tiempo de más de 2.500 años, no hay constancia ni escrita ni arqueológica de ocupación humana en el Túnel de San Adrián. Sin embargo, los testimonios arqueológicos de época romana identificados en las cercanías (campas de Urbia, ermita de San Pedro en Zegama, etc.), sugieren que este paraje sería empleado como vía de comunicación e incluso como asentamiento estable.

En los siglos X-XI las fronteras noroccidentales del Reino de Pamplona, incluían al actual territorio guipuzcoano. San Adrián pudo haber sido un paso estratégico de gran interés económico debido a sus abundantes pastos y bosques (Sierras de Aratz-Aizkorri y Altzania). No será hasta el año 1294 cuando se documente la primera referencia al puerto de San Adrián, donde se concede “a Garci Perez d’Orio por carta del rey para tenencia del Puerto de San Adrian, II mil mrs.”, lo que confirma la existencia de una fortaleza en el lugar. Esta fortaleza se convertirá en castillo y será testigo del paso de nobles, clérigos, comerciantes, aventureros y malhechores.

 

La construcción del castillo de San Adrián está claramente relacionada con el inicio de la dominación del Reino de Castilla en los principales valles guipuzcoanos. Este enclave se convirtió en un paso geoestratégico de gran importancia, debido al interés de la Corona castellana de conectarse a través de los puertos marítimos de San Sebastián, Getaria, Deba… con la Europa atlántica. A través de San Adrián, Castilla evitaba atravesar el Reino de Navarra.

Como muestra del interés por este eje de comunicación a larga distancia, y del esfuerzo en su consolidación, Alfonso X de Castilla otorgará cartas pueblas para la fundación, a mediados del siglo XIII, de una serie de villas amuralladas a lo largo de la vía (Agurain- Salvatierra, Segura, Ordizia, Tolosa). Al igual que esas villas, San Adrián se convierte en paso obligado y punto de control del camino.

En el transcurso de los siglos siguientes la inestabilidad fronteriza lo convertirá en una zona apropiada para la actuación de malhechores y bandidos, haciendo necesaria la fortificación del área. A partir de este momento las referencias al castillo serán constantes en la documentación escrita.

El gobierno de la fortaleza de San Adrián estuvo en manos de alcaides designados directamente por la Corona de Castilla entre los principales linajes nobles del Territorio. Pero en la práctica su gobierno recaía en tenentes o delegados designados por esos alcaides, que se encargaban de mantener la seguridad del camino y de cobrar una serie de derechos a quienes atravesaban este paso, de viaje o con mercaderías.

Conquistado el Reino de Navarra en 1512, la fortaleza de San Adrián perderá su primitiva función hasta convertirse en un lugar de descanso en el camino real de postas.
A partir de mediados del siglo XVIII, con la apertura del nuevo Camino Real por Arlaban, el Paso de San Adrián queda relegado a un segundo plano. La falta de mantenimiento hizo que la calzada se fuera deteriorando, lo que supuso aún mayores dificultades para sus usuarios.

A pesar de ello el paso mantuvo su pretérita importancia, aunque ya restringida a un ámbito más comarcal.

En 1794 el Túnel fue fortificado por la Diputación para hacer frente a las tropas revolucionarias de la Convención francesa que ocupaban buena parte de Gipuzkoa. A este puesto se destinaron unos 40 soldados.

En 1813, en plenas Guerras napoleónicas (1808-1813), una importante columna al mando del general escocés Thomas Graham, barón de Lynedoch, empleará el paso de San Adrián para cortar la retirada a las fuerzas francesas que habían sufrido una importante derrota en Vitoria (21 de junio).

Unas circunstancias similares se volverán a dar en el contexto de la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Las primeras fases de ese conflicto se caracterizarán por un enfrentamiento entre las fuerzas liberales regulares y una serie de partidas rebeldes carlistas que, conocedoras del terreno, se moverán por la zona sin grandes problemas. A este punto fue destinado en el verano de 1836 una pequeña patrulla al mando de Jose Alchaga, “comandante de la Fortificacion de San Adrian”. Estas circunstancias permitirán que San Adrián vuelva a recuperar su papel como estratégico paso de comunicación.
El último hito vendrá dado por la habilitación en 1855 de un destacamento de miqueletes en el túnel. Dos guardias estaban destinados a garantizar el cobro de impuestos y el control del contrabando. Vivían en un anexo construido junto a la venta acompañados de sus familias, siendo los últimos habitantes del túnel.

La situación permaneció sin cambios hasta el año 1915. En ese momento un incendio fortuito provocará que el cuartel y la antigua venta queden completamente calcinados. Los edificios no volverán a ser reconstruidos, trasladándose los miqueletes a una nueva construcción situada a algo más de un kilómetro ladera abajo, en el conocido actualmente como Mikeleteen etxea o Aterpea. Concluye así la presencia humana en el Túnel de San Adrián, que se había mantenido casi sin interrupción desde hace más de 13.000 años.

XIV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA

Del 23 al 26 de febrero se celebrarán las XIV Jornadas de Arqueología, en el Museo San Telmo. Estas jornadas, organizadas por Aranzadi con la ayuda de la Diputación Foral de Gipuzkoa y la colaboración del museo, realizarán un repaso a la arqueología de Gipuzkoa través de excavaciones arqueológicas en yacimientos como San Adrián o Murugain, y ofrecerán nueva luz gracias a los avances en la genética y la paleosiderurgia en procesos tan importantes como la evolución del poblamiento humano y la producción del hierro en nuestro país.

Se han programado cuatro conferencias, todas ellas a las 19:30, con entrada libre hasta completar aforo.